Las columnas adonhiramitas: Portales hacia la sabiduría ancestral

En el corazón de los antiguos misterios masónicos se alzan dos impresionantes columnas de bronce, mudos testigos de una sabiduría trascendental. Estamos hablando de las míticas columnas que flanquean la entrada de los templos del Rito Adonhiramita, una de las tradiciones masónicas más antiguas y enigmáticas.

A simple vista pueden parecer simples adornos arquitectónicos, pero tras desentrañar sus intrincados simbolismos, nos damos cuenta de que son verdaderos repositorios de conocimientos esotéricos que han desafiado los embates del tiempo.

Cada detalle de estas columnas, desde su posición invertida respecto a la descripción bíblica hasta los nombres místicos "J" y "B" grabados en sus fustes, encierra profundos misterios que han cautivado a generaciones de masones en su incesante búsqueda de luz.

Las leyendas nos cuentan que las columnas huecas fueron erigidas por Enoc para preservar el conocimiento de la civilización antediluviana del inminente cataclismo, ya fuera por agua o fuego. De hecho, el color rojo y negro de sus basamentos en los templos adonhiramitas podría ser un enigmático guiño a esta antigua historia.

Pero los significados no se detienen ahí. Algunos ven en la inversión de su posición una sofisticada deflexión geométrica que cambia nuestra perspectiva, mientras que otros la vinculan a los antiguos paneles de grado dispuestos en el suelo de las logias primitivas.

Las tres granadas abiertas que coronan sus capiteles nos recuerdan la unión inquebrantable de los masones, semillas de una misma fuente que debe florecer y dar frutos bajo la protección y guía de estas dos grandes columnas.

Y en las profundidades más recónditas de los misterios adonhiramitas, se vislumbra la existencia de una tercera columna invisible, un eje central que representa la Sabiduría misma. Un sutil guiño a antiguas tradiciones esotéricas como la Cábala con su Árbol de la Vida de tres pilares, o la tríadica circulación de la energía vital en el misticismo hindú y el caduceo hermético.

En verdad, cuanto más nos sumergimos en el estudio de estos símbolos milenarios, más nos damos cuenta de que son portales hacia una sabiduría ancestral que trasciende épocas y culturas. Un tesoro oculto a plena vista que los adonhiramitas han custodiado celosamente a lo largo de los siglos.

Así que la próxima vez que crucemos el umbral de uno de estos venerados templos, detengámonos un momento ante estas magníficas columnas. Dejemos que su presencia imponente nos recuerde el profundo legado del que formamos parte. Porque más que símbolos petrificados, son faros estelares que iluminan el sendero iniciático de todo auténtico buscador de luz y conocimiento.

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